Nube 11

Nos hacemos pira?. Expulsiones y sanciones. ¿Se puede intervenir en la organización escolar? Aprender a ser responsables

Pensamientos heridos Material de Apoyo

Pensamientos heridos: Mario Boss & El Artista

Referencia

Expulsados
Expulsados

— No se puede expulsar a esos alumnos del centro.

Fue lo primero que me dijo Areta, con tono de ordeno y mando, en cuanto descolgué el teléfono. Decididamente el inspector parecía enfadado.

¿Que no se podía expulsar a Daniel Briñas y a Carmelo Miranda del instituto después de lo que habían hecho?¿Que no se les podía expulsar, ni por unos días, después de que les habíamos impuesto el castigo más leve? Me preguntaba como un eco a mí mismo. Podría ser que no hubiera entendido bien o que Areta no estuviera bien enterado de lo sucedido. ¿Tendrían razón el resto de profesores del Consejo, con Fito a la cabeza, de que no se podía expulsar así como así a aquellos alumnos del centro? ¿Éramos después de todo unos ingenuos o éramos demasiado rigurosos e intentábamos aplicar unos castigos desproporcionados?

— No te entiendo, ¿qué quieres decir?

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—Lo que te digo es que no se puede expulsar a estos alumnos, a Daniel Briñas y a Carmelo Miranda.

—¿Ni por cuatro días que quedan hasta que acabe el curso?

—No.

—¿Y por qué no? ¿Porque lo dices tú? — el tono autoritario de Areta despertó un resorte de insolencia en mi réplica.

— No, es una cuestión de forma. El expediente de expulsión, que hemos recibido, está mal hecho porque no ofrece garantías de imparcialidad. Se tiene que nombrar un instructor, un profesor que haga las veces de procurador, que reúna todos los informes alrededor del caso de un modo neutral.

— Pero, vamos a ver— mi tono ya no sonaba insolente sino impaciente —, no hay ninguna duda de que fueron ellos los que robaron en el instituto y que pegaron de ese modo tan brutal a sus compañeros. Ellos mismos han reconocido que lo hicieron.

—Sí, pero eso no son formas de hacer las cosas. El procedimiento es como es y tú no lo vas a cambiar.

— O sea que me quieres decir que si no se hacen así, como tú dices, no se puede expulsar a estos alumnos. Es una trampa burocrática.

— No, es más: tienes que readmitirlos para mañana mismo. Me estaba empezando a desesperar.

— ¿Que tengo que readmitirlos mañana mismo?

— Así es. Sus padres han llamado a Delegación y han dicho que no es normal lo que estás haciendo a sus hijos.

Yo no podía dar crédito a lo que estaba oyendo.

— ¿Y tú te pones del lugar de los padres?

— No, yo me pongo en lugar de las leyes.

— ¡Pero qué leyes son esas que permiten la impunidad de esos alumnos! — sin darme cuenta había subido el tono de voz, casi estaba gritando, me estaba poniendo fuera de mí—. Si no castigamos a esos alumnos va a parecer que todo el mundo en este instituto puede hacer lo que le dé la gana. El resto de los alumnos van a creer que aquí impera la ley de la selva, que cualquiera puede entrar a robar al instituto y destrozar todo, dar una paliza de muerte a unos compañeros y no recibir ninguna sanción. Eso no lo entendería nadie.

— Tal vez haya que buscar otro castigo que no sea la expulsión. P. 220, 221

Alfredo, el de interculturalidad, había pensado en confeccionar un periódico del instituto que se iba a titular “La Patata Caliente”. Yo me lo imaginaba ya con los titulares y las observaciones:

Asalto en el aula de informática del instituto. Serios destrozos y varios aparatos desaparecidos. (Se está investigando la autoría). Se produce una pelea entre dos alumnos de 2ºC, solo heridas leves. (Son llevados al Consejo de Convivencia) Expulsado un alumno en 4º C y otro del Aula Especial (esto casi no es noticia). La bibliotecaria denuncia que han desaparecido dos libros de la biblioteca. (Sorprendente. Se puede pensar en estimular una campaña de robos para incitar a la lectura). La profesora de lenguaje de signos falta porque se ha quedado afónica (ha mandado una nota con un mensajero). El profesor de Educación Física va a faltar al menos tres semanas porque tiene lumbago ( es la tercera vez que coge baja a lo largo del curso). Llega un nuevo alumno extranjero al centro (esto no es noticia). Es pakistaní (aquí está la noticia). (Habrá que comprar diccionarios de urdu). Una alumna de Burkina Fasso de 14 años afirma estar embarazada. (Impublicable por ahora). La alumna Elsa Basabe intoxicada intencionadamente por un compañero (Se está investigando) Desmentido el rumor de que se vayan a entregar condones gratis a los alumnos (¿censurar?) Dos alumnos del centro agredidos en un supuesto ataque racista. (Quitar la expresión racista o supuesto) El equipo de fútbol del centro golea al Najerense 3-0 (meter foto) Los alumnos de enología realizan prácticas en las bodegas de Heredad de Bilibio (Publicidad indirecta y gratuita. Pensar en introducir publicidad pagada. Fin de notas de prensa) p. 161

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Reflexión de las jóvenes

Cuando se sanciona a un alumno generalmente no se hace con la intención de provocar que te expulsen. Los malos comportamientos son para hacerte «el chulito», por no quedar a menos con los demás. Cuanto estás fuera te das cuenta de que los demás que se han reído contigo se quedan aprovechando el tiempo en la clase y tú eres la única que has perdido. Pero vuelves a entrar y vuelves a repetir lo mismo, entras en una rutina de expulsiones y sanciones de la que es difícil salir.

A veces los profesores te amenazan con expulsarte, te hacen chantaje y cogen manía a algunos alumnos. Cualquier cosa que haces es motivo de expulsión e incluso provoca la expulsión del alumno.

También hay profesores y profesoras que aguantan demasiado, cuando te paras a pensar las cosas que hacemos o cómo contestamos, tienen mucho que aguantarnos. Generalmente lo hacemos con los profesores o profesoras que sabemos que podemos hacerlo, los que más aguantan. Si nuestras familias supieran cómo nos portamos en clase se sentirían avergonzados de nosotras, no nos lo permitirían.

Si nos lo pensaríamos dos veces no haríamos lo que hacemos, contestamos fatal a los profesores.

«Me avergüenza mi comportamiento en clase, me doy cuenta cuando veo como otros y otras hacen lo mismo que yo»

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Siempre salimos perdiendo nosotras, te llega un parte, un informe,pierdes clase,… Nosotras tendríamos que aprender a callarnos. Nos dejamos llevar por impulsos más que por la cabeza.

No entendemos a compañeros que faltan a clase habitualmente y cuando les echan se quejan precisamente de no poder ir a clase. El castigo para ese tipo de gente tenía que ser precisamente lo contrario.

El castigo y la expulsión generalmente no es proporcionado, no se aplica igual a todos, a veces pequeñas cosas provocan grandes castigos y otras veces grandes cosas no tienen castigo. Hay sanciones excesivas, consideramos que 20 días de expulsión es demasiado, luego cuesta volver a engancharte. Tenía que haber otras formas de «castigo» que sirviera de algo, creemos que las expulsiones no sirven para nada.

Los padres y madres se cabrean con nosotras cuando la sanción es justa, tienen que ir a hablar con los profesores, y defendernos si no nos merecemos la sanción. Vemos a familias que hagan lo que hagan sus hijos e hijas siempre se ponen a favor de sus hijas o hijos, aunque no tengan la razón. Creemos que los padres tienen que censurar nuestros comportamientos cuando no tenemos la razón.

Nuestras familias tienen que ser justos cuando hacemos algo mal, nos lo tienen que hacer ver y apoyar a los profesores, pero en otras ocasiones nosotras tenemos la razón y necesitamos su apoyo.

Los profesores tienen miedo a algunos de los alumnos y los tratan diferente, a otros no se les aguanta nada, a otros todo. La normativa no es clara y se permiten cosas que no se tendrían que permitir, las sanciones se aplican de diferente modo dependiendo de los alumnos.

Esta normativa tendría que estar negociada entre alumnado y profesorado, tendría que ser más clara. No todos los profesores siguen las mismas normas, nos resulta complicado saber lo que se puede o no se puede hacer en cada clase (utilización de móvil, comer chicle, llevar gorra, salir al baño,…)

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Reflexión del autor, J. Manuel Septien

El título de esta nube tiene un doble enunciado que contrapone, por una parte, la decisión de faltar a clase injustificadamente y, por otra, las consecuencias (expulsiones y sanciones) que suponen este tipo de conductas. El enunciado implica también una preocupación sobre el modo en que se gestiona la convivencia o, dicho de otro modo la disciplina, en los centros escolares, entendida como las sanciones previstas por los reglamentos de régimen interno para las faltas injustificadas a clase.

Siendo el derecho a la educación uno de los pilares básicos del sistema educativo, las Administraciones públicas deben velar por el cumplimiento de la escolaridad obligatoria y promover para ello las condiciones para que dicha asistencia se produzca en las mejores condiciones posibles así como el control de que esta asistencia se produce de manera efectiva.
De todos es conocido el ritual del paso de lista por parte del profesorado para llevar este control que permanece en nuestras memorias como uno de los recuerdos más indelebles de los tiempos de la escuela o instituto.

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Lo ideal sería que todos los alumnos y alumnas sintieran la necesidad de asistir a clase de una manera tan clara que hiciera innecesario este protocolo. Pero la experiencia nos dice que las faltas a clase, en determinados centros y en casos concretos, al hacerse frecuente se convierte en un problema, el absentismo escolar.
El absentismo, entendido como la falta injustificada al centro escolar por parte de algún alumno, no implica necesariamente un problema escolar si esta situación no se realiza de forma continuada. El faltar a clase es una actividad que cualquier persona adulta recuerda como una de las correrías, que alguna vez ha realizado en la edad escolar, era el “hacer novillos” o “pirarse” una clase, de una manera puntual. Lógicamente esto no producía alarma social ni hacía intervenir a nadie que no fueran las madres y los padres…si se enteraban.
Cuando las faltas de asistencia a clase no se producen de forma esporádica, sino que se suceden de forma reiterada a lo largo de periodos de tiempos prolongados, la alumna o el alumno empieza a perder conexión con su grupo de clase y su rendimiento se resiente. Aparecen problemas de rendimiento escolar que llevan a retrasos con respecto a las compañeras y compañeros del grupo del que proviene. Es aquí cuando se encienden las alarmas y las y los responsables educativos deben intentar poner soluciones, ya que no hacerlo se pueden crear situaciones de abandono y fracaso escolar que cada vez serán mas difíciles de recuperar.
Podemos definir el absentismo como la situación de inasistencia a clase por parte de la persona alumna en la etapa obligatoria de manera permanente y prolongada; en determinadas ocasiones, esto tiene lugar por causas ajenas a la propia persona, como pueden ser la aparición de una enfermedad o un traslado familiar; en otras, se debe a una “opción” por parte de la alumna o alumno, que no encuentra en la escuela la respuesta a sus problemas e intereses, que acumula retrasos en relación con su grupo de edad o que, en definitiva, quiere buscar otra cosa al margen del sistema escolar. Y es en este tipo de casos cuando se requiere algún tipo de actuación por parte de los agentes docentes.
Como siempre que ocurre algún problema con el alumnado se llama al domicilio y se intenta establecer el contacto pertinente con la familia, pero a veces ocurre que no está disponible, o que, como en la mayoría de los casos, está desbordada por su conducta y no saben qué hacer ni a quién dirigirse e intentan de alguna manera justificar las ausencias de sus hijas o hijos a las aulas. Los y las responsables educativas tampoco tienen demasiados recursos a los que agarrarse, las ausencias son faltas leves y si se hacen frecuentes se convierten en faltas graves, ante lo cual el recurso que ofrecen los reglamentos de centro son, paradójicamente, la expulsión.
Evidentemente, se tienen que buscar otras fórmulas de actuación, y las intervenciones tienen que ir más allá de simple sanción y expulsión. Y hay que buscar las causas de esas ausencias que puede estar motivado en que, por algún motivo, el joven o la joven se queda desenganchada de las explicaciones de clase o porque tiene otros condicionantes en el centro escolar (miedo al ridículo, al acoso escolar…) o en su propio hogar (cuidado de sus menores, atender el negocio familiar…) o en sus círculos de amistades, que de distintas maneras le obstaculizan o impiden la asistencia regular a las clases.
Estas ausencias provocan la pérdida de la continuidad en el programa y hace cada vez más difícil y complicado el seguimiento de las clases. Esto tiene unas consecuencias inmediatas que se concretan en suspensos, repeticiones o abandono de la escuela, pero tiene otras más importantes a medio y largo plazo. De la falta de adquisición de conocimientos fundamentales y de la falta de desarrollo de competencias básicas para poder llevar una vida personal, social y profesional adecuada se pueden derivan consecuencias de tipo social, como marginalidad, paro, incultura, posible delincuencia.
La conclusión a la que llegamos, pues, es que se tienen que poner todos los medios para evitar el abandono escolar temprano que puede derivar del fenómeno absentista, pues un simple problema escolar se puede convertir a medio y largo plazo en un importante problema social.

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Reflexión de la experta, Amaia Septien

El término absentismo se emplea en educación para referirse a las ausencias frecuentes e injustificadas a clase del alumnado. Cuando el absentismo no se produce por causa ajenas a la persona alumna debe ser considerado como una respuesta de rechazo por parte de esta hacia el sistema escolar y adopta varias manifestaciones y grados: en algunos casos, son ausencias a clase que deben ser contempladas más como una especie de travesura infantil que como un problema como tal; en otras, son ausencias mucho más preocupantes y van desde el absentismo pasivo del alumno o alumna desenganchada de las explicaciones y actividades normales de las clases, a las faltas de puntualidad, la inasistencia a clase de forma especial a las que tienen lugar en ambos extremos horarios, las ausencias intermitentes a unas clases o asignaturas, el abandono esporádico del Centro a determinadas horas…, y así hasta llegar al abandono definitivo de la asistencia a clase. Todas ellas son, a la vez, signos de alarma y manifestaciones del fenómeno del absentismo.

El término absentismo escolar, considerado como un hecho general en lugar de individual, cambia el sentido del fenómeno de las ausencias reiteradas a clase y pasa a ser percibido como un problema que se sale de la esfera de lo puramente escolar para convertirse en un asunto que afecta a la comunidad entera pasando a ser un problema social.

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En numerosas ocasiones se ha tratado de explicar el absentismo escolar recurriendo a factores psicológicos de la persona alumna (baja autoestima, ausencia de habilidades sociales, etc.) o a causas sociológicas, como la pertenencia a un determinado colectivo, a una minoría étnica, o a otras características sociales; si bien es cierto que el absentismo afecta más a sectores de población que sufren situaciones de marginación social o económica, no puede concluirse que éste sea el único factor explicativo de este problema. Lo mismo habría que decir de la actitud familiar que, por diversas motivos, se concreta en no prestar la atención necesaria, tanto al cumplimiento de la escolarización en el centro escolar. Habría que considerar otra serie de factores que lo provocan, como el sentimiento de pérdida de la autoestima, el desencuentro entre los intereses del alumno y los de la escuela, y un cierto grado de complicidad por parte de la familia o del grupo de iguales, complicidad que viene a reforzar la respuesta absentista su parte.

Por todo ello se puede estimar que el alumno o alumna absentista, dependiendo de la gravedad de su situación, va desarrollando un proceso que puede ser identificado en tres fases: escolar, social y judicial, según la escala realizada por Manuel Ávila Suárez “En El alumno absentista como problema escolar”:
Fase Escolar, en la cual se engloba lo relativo a la detección del problema, análisis inicial de las causas y puesta en funcionamiento de mecanismos que intenten paliar el problema y reconducir al alumnado en colaboración con la familia y otras instituciones.
Fase Social, entendiendo por ésta los procesos a realizar en el ámbito de asistencia social realizado por los poderes públicos, tanto de régimen local como autonómicos, que asumen responsabilidad en el campo de la intervención directa sobre los problemas sociales de los ciudadanos, especialmente con colectivos en situaciones socio-económicas desfavorecidas.
Fase Judicial, cuando se plantea la necesidad de salvaguardar los derechos del alumnado a la educación, especialmente en los casos de un absentismo consentido y promovido en algunas ocasiones por la propia familia de la persona menor.
De todos modos, detrás de la mayoría de los casos de absentismo existe una problemática compleja, muy diversa, que muchas veces no se puede identificar como una cuestión puntual, sino que es la consecuencia de una serie de factores que se combinan y hacen aparecer este problema.
Un especial interés merecen aquellos factores propios del centro que pueden fomentar a una conducta absentista; ser conscientes de la propia responsabilidad del centro escolar permite plantear respuestas adecuadas por parte de los responsables educativos, asumiendo las propias responsabilidades y abandonando la actitud victimista que se proyecta desde el propio centro, atribuyendo la responsabilidad del problema a la familia, al propio alumno o alumna o al sistema educativo que obliga a la escolarización “forzada” del alumnado.
En consecuencia con esta asunción de responsabilidades los elementos que deben revisarse desde el propio centro para analizar su repercusión en las conductas absentistas son: el curriculum, la organización del propio centro y el tipo de relaciones que se establecen en el mismo.
No cabe duda que un plan de estudios marcado por el academicismo y la abstracción, muy alejado de los intereses vitales de muchos de los alumnos, sobrecargado de contenidos y materias incide directamente en las actitudes de los alumnos hacia el centro y hacia las clases; lo mismo hay que decir de la rígida organización de los muchos centros escolares, de su rigidez horaria y de funcionamiento, de reglamentos “de régimen interior”; o de la falta de relación humana que puede darse demasiadas veces entre alumando y profesorado, muchas veces por falta de tiempos y de espacios que las hagan posibles,
Lejos de actitudes derrotistas, hay que señalar que es posible actuar sobre el absentismo escolar y obtener buenos resultados, pero siempre que dicha actuación comience tempranamente y no espere al final, cuando ya la conducta absentista haya llegado a un punto de no retorno.
Desde nuestro punto de vista, y en relación de todas las instituciones implicadas, habría que plantear cuatro tipo de acciones: acciones preventivas, destinadas a favorecer la intervención precoz que evite la aparición de conductas absentistas; acciones de control destinadas a normalizar la intervención efectiva en los casos de conductas absentistas; acciones de acogimiento destinadas a apoyar el proceso de integración escolar sin interrupciones del alumnado absentista; por último, acciones globales que aseguren la complementariedad y la coherencia de la intervención con el alumnado absentista de todos los agentes responsables de la mediación: centro, familias y servicios de base.

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