Lo ideal sería que todos los alumnos y alumnas sintieran la necesidad de asistir a clase de una manera tan clara que hiciera innecesario este protocolo. Pero la experiencia nos dice que las faltas a clase, en determinados centros y en casos concretos, al hacerse frecuente se convierte en un problema, el absentismo escolar.
El absentismo, entendido como la falta injustificada al centro escolar por parte de algún alumno, no implica necesariamente un problema escolar si esta situación no se realiza de forma continuada. El faltar a clase es una actividad que cualquier persona adulta recuerda como una de las correrías, que alguna vez ha realizado en la edad escolar, era el “hacer novillos” o “pirarse” una clase, de una manera puntual. Lógicamente esto no producía alarma social ni hacía intervenir a nadie que no fueran las madres y los padres…si se enteraban.
Cuando las faltas de asistencia a clase no se producen de forma esporádica, sino que se suceden de forma reiterada a lo largo de periodos de tiempos prolongados, la alumna o el alumno empieza a perder conexión con su grupo de clase y su rendimiento se resiente. Aparecen problemas de rendimiento escolar que llevan a retrasos con respecto a las compañeras y compañeros del grupo del que proviene. Es aquí cuando se encienden las alarmas y las y los responsables educativos deben intentar poner soluciones, ya que no hacerlo se pueden crear situaciones de abandono y fracaso escolar que cada vez serán mas difíciles de recuperar.
Podemos definir el absentismo como la situación de inasistencia a clase por parte de la persona alumna en la etapa obligatoria de manera permanente y prolongada; en determinadas ocasiones, esto tiene lugar por causas ajenas a la propia persona, como pueden ser la aparición de una enfermedad o un traslado familiar; en otras, se debe a una “opción” por parte de la alumna o alumno, que no encuentra en la escuela la respuesta a sus problemas e intereses, que acumula retrasos en relación con su grupo de edad o que, en definitiva, quiere buscar otra cosa al margen del sistema escolar. Y es en este tipo de casos cuando se requiere algún tipo de actuación por parte de los agentes docentes.
Como siempre que ocurre algún problema con el alumnado se llama al domicilio y se intenta establecer el contacto pertinente con la familia, pero a veces ocurre que no está disponible, o que, como en la mayoría de los casos, está desbordada por su conducta y no saben qué hacer ni a quién dirigirse e intentan de alguna manera justificar las ausencias de sus hijas o hijos a las aulas. Los y las responsables educativas tampoco tienen demasiados recursos a los que agarrarse, las ausencias son faltas leves y si se hacen frecuentes se convierten en faltas graves, ante lo cual el recurso que ofrecen los reglamentos de centro son, paradójicamente, la expulsión.
Evidentemente, se tienen que buscar otras fórmulas de actuación, y las intervenciones tienen que ir más allá de simple sanción y expulsión. Y hay que buscar las causas de esas ausencias que puede estar motivado en que, por algún motivo, el joven o la joven se queda desenganchada de las explicaciones de clase o porque tiene otros condicionantes en el centro escolar (miedo al ridículo, al acoso escolar…) o en su propio hogar (cuidado de sus menores, atender el negocio familiar…) o en sus círculos de amistades, que de distintas maneras le obstaculizan o impiden la asistencia regular a las clases.
Estas ausencias provocan la pérdida de la continuidad en el programa y hace cada vez más difícil y complicado el seguimiento de las clases. Esto tiene unas consecuencias inmediatas que se concretan en suspensos, repeticiones o abandono de la escuela, pero tiene otras más importantes a medio y largo plazo. De la falta de adquisición de conocimientos fundamentales y de la falta de desarrollo de competencias básicas para poder llevar una vida personal, social y profesional adecuada se pueden derivan consecuencias de tipo social, como marginalidad, paro, incultura, posible delincuencia.
La conclusión a la que llegamos, pues, es que se tienen que poner todos los medios para evitar el abandono escolar temprano que puede derivar del fenómeno absentista, pues un simple problema escolar se puede convertir a medio y largo plazo en un importante problema social.
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