Cómo nos influyen los problemas familiares,… y los divorcios qué? (lo que ocurre fuera de las aulas y pesa como una losa)
Durante el viaje Elsa siguió largo rato sin decir nada, oyendo música en su móvil con los cascos puestos, y mirando el paisaje ensimismada. De vez en cuando, miraba como si esperara algún mensaje.
— Podrías mandarle un mensaje a tu madre— le sugerí.
— ¿Y a mi padre no?
Me quedé sin decir nada, sorprendido por su respuesta y por el tono un poco desafiante que había empleado.
— Si quieres también. Lo que ocurre es que no ha dado señales de vida y no sé si podrás comunicar con él.
— Mejor que ni se entere de lo que ha pasado— Elsa parecía hacer una reflexión consigo misma, pero en realidad quería informarme.
— ¿No sabía que venías a la excursión?
— No, desde que me fui a vivir con mi madre, apenas sabe nada de mí. Con ella no se habla y conmigo muy poco.
Caí en la cuenta de que tampoco habíamos informado al padre sobre la excursión desde el instituto. El permiso se lo había firmado la madre. En el caso de las notas, cuando se trataba de parejas separadas, se enviaba información a los dos cónyuges, pero los permisos para actividades puntuales solo se pedían al que tenía la custodia del alumno. Pensé que, tal vez, tendríamos que haberle informado a él también y que él también tendría que habernos dado permiso. Si se ponía puntilloso y en mal plan podía darnos problemas. P. 36
Los alumnos, después de haber estado en sus casas tres días de fiesta, volvían cambiados, a peor. Muchas veces comentábamos en las reuniones pedagógicas la importancia que tenía el papel de los padres y de las madres en la educación de sus hijos. Y cuánto había cambiado esa influencia. Que las familias ya no eran lo que habían sido. El núcleo familiar tradicional había desaparecido para siempre. Ahora hablábamos de familias desestructuradas, monoparentales, divorciadas, separadas por la ley o por océanos. No eran pocos los alumnos que tenían su madre aquí y su padre en un punto perdido del mundo. Llamábamos preguntando por los progenitores de algún alumno problemático y nos costaba contactar con ellos. Estaban en el afán de sobrevivir, trabajando, buscándose la vida, y no podían hacerse cargo de sus hijos. Como resultado de esta situación había una nueva taxonomía de alumnos en cuyo tratamiento no hablaban los tratados de pedagogía: el alumno—ordenador que se quedaba de madrugada chateando sin que nadie le pusiera límites, el alumno—llave que abría y cerraba su casa porque prácticamente vivía solo, el alumno— retrasado, que siempre llegaba tarde porque no había nadie para marcarle el tiempo, el alumno—cocinero que se hacia siempre la comida, es un decir, pues (si tenía dinero) encargaba pizzas, o comida china, o un kebab…todo un mundo nuevo al que los expertos llamaban interculturalidad. P. 183
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Por suerte la Presidenta de la AMPA era una mujer muy ocupada. Se trataba de una empresaria (tenía varias tiendas de ropa interior), que había aceptado el cargo para hacer un favor a la asociación y al instituto. Ningún padre, sobre todo de inmigrantes, quería o podía dedicarse a un puesto que requería una cierta disponibilidad. Al mismo tiempo Julia Extremera pensaba que ocupar ese cargo tenía una ventaja y era que el prestigio del puesto podía favorecer las calificaciones de su hijo, que andaba justo de nota media para hacer medicina, su aspiración y sobre todo la de su madre. Ella había apoyado el viaje a Futuroscope y había colaborado con dinero de la Asociación, por lo que se sentía responsable de lo que había pasado.
Julia había conocido lo sucedido en el viaje por la versión de su hijo, que era bastante aproximada a lo que había ocurrido. Si estaba alarmada era porque algunos padres y madres le habían llamado contándole cosas de lo más peregrinas. Que habían hecho botellón en los hoteles todas las noches, que habían compartido habitaciones chicos y chicas, que se habían requisado montones de condones (se habrían debido confundir con las botellas, pensé), que a uno le habían detenido en Burdeos, que una chica había vuelto embarazada… Le dije que algunos hechos estaban muy exagerados y otros simplemente no eran ciertos…por lo que yo sabía. Le conté que con tantas versiones las pequeñas anécdotas que ocurren en los viajes se suelen ir distorsionando y agrandando, como bolas de nieve hasta convertirse en historias increíbles. P. 74