En ocasiones el descubrimiento de una situación conflictiva se descubre por un cambio brusco en la conducta o en el rendimiento del alumno o de la alumna que de alguna manera están reclamando atención, tal vez sin darse cuenta de ello. Ya hemos dicho en otras nubes cómo los orientadores, los psicólogos/as (si los hay) y a veces los tutores y las tutoras somos informados/as por el/la propio/a alumno/a sobre lo que está ocurriendo en su entorno familiar. En otros casos es una intuición la que nos lleva a encontrarnos con situaciones familiares conflictivas ante las cuales nuestra capacidad de acción es muy reducida.
Por otra parte, se está produciendo cada vez con más frecuencia, tal como se cuenta en la novela “Nubes de tiza”, la existencia de situaciones familiares más complejas: … las familias ya no eran lo que habían sido. El núcleo familiar tradicional había desaparecido para siempre. Ahora hablábamos de familias desestructuradas, monoparentales, divorciadas, separadas por la ley o por océanos con lo cual la interlocución con las familias se hace más complicada. Llamábamos preguntando por el padre o la madre de algún alumno problemático y nos costaba contactar. Estaban en el afán de sobrevivir, trabajando, buscándose la vida, y no podían hacerse cargo de sus hijos.
En los centros se ha comprobado que hay una necesidad de actualizar los protocolos de actuación con las nuevas situaciones familiares, de cara a los padres y madres, sobre todo en el caso de parejas separadas o divorciadas. Sin embargo, de cara a los/as hijos/as se hace muy difícil saber de qué manera se puede ayudar por parte del profesorado ante la difícil situación que como hijas/os les puede tocar soportar a nuestro alumnado en el seno del núcleo familiar. No hay ningún protocolo que valga cuando un niño o una adolescente se encuentra en el centro ( a veces convertido/a en una especie de moneda de cambio afectiva) de un grave conflicto familiar, ni tampoco los manuales de actuación educativa tienen orientaciones que nos ayuden a ayudar al desvalido/a niño/a o adolescente que se encuentra en una comprometida situación.
Los centros de enseñanza por su propia naturaleza son uno de los principales referentes del alumnado y cuando las situaciones son más complicadas se hace todavía más evidente esta demanda para intentar resolver sus problemas, aunque su raíz esté en el seno de las familias.
Con la crisis económica esta necesidad se ha hecho más evidente pues, como decimos, si la familia falla, el centro educativo puede que sea él único lugar donde el alumno o la alumna, envueltos en una situación familiar comprometida, intenten buscar una salida a su situación o, al menos, encontrar una cierta estabilidad afectiva entre sus profesores/as y compañeras/os. Pero esto no siempre es fácil.
La labor del profesorado en estos casos es muy compleja y se hace complicado establecer una línea de actuación definida. En los últimos tiempos, de acuerdo con lo expuesto hasta ahora, se ha visto por parte de la comunidad educativa la necesidad de tener más contactos con los Servicios Sociales o, incluso, contar con Trabajadores/as sociales de apoyo, pero es una demanda más entre otras muchas.
Los/as educadores/as dependientes de los Servicios Sociales y las/os trabajadoras/es sociales de las instituciones, en la medida en que son demandados, contribuyen a cubrir estas necesidades externas, pero a nivel de Centros, todo queda en el saber hacer y la buena voluntad del personal de los centros educativos.