La aparición en los últimos años de una serie de instrumentos que permiten una comunicación instantánea y global, lo que se denominan genéricamente las redes sociales, ha revolucionado las formas de comunicación y, al mismo tiempo, ha incorporado nuevas herramientas para el acoso entre los adolescentes.
Entre las características de estos nuevos elementos de comunicación está la generalización de su uso entre todos los grupos sociales, pero especialmente entre los jóvenes. La rapidez en su implantación junto a la continua renovación de sus avances tecnológicos ha provocado el que se haya producido un desfase en el dominio y en el uso de la red entre el mundo de los adultos y el de los adolescentes. Se podría hablar, si no fuera un diagnóstico tal vez precipitado y exagerado, de la existencia de una “brecha digital generacional”. Pero es un hecho incontestable es que los jóvenes intentan (y en la mayor parte de los casos consiguen) crear en las redes sociales ámbitos de comunicación exclusivos, a los que los adultos, padres y educadores, tienen difícil o ningún acceso.
No se puede negar que las redes sociales tienen aspectos positivos desde el punto de vista de la educación, en cuanto que facilitan el aprendizaje y el acceso al conocimiento. La introducción de las nuevas tecnologías han renovado y pueden a llegar a revolucionar muchos aspectos de los procesos de enseñanza─aprendizaje. Por otra parte posibilita un mejor seguimiento y, llegado el caso, un control por parte de los adultos de las compañías y de los lugares que frecuentan sus hijos, o chicos y chicas a su cargo.
Sin embargo, y a medida que se van añadiendo innovaciones y recursos técnicos a las redes sociales, el divorcio entre el mundo digital de los adolescentes y el de los adultos se va acrecentando y con ello, los nuevos adelantos, en lugar de favorecer las relaciones, las dificultan.
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En un plano práctico este hecho se traduce en la imposibilidad por parte de los adultos de conocer los medios virtuales que frecuentan las personas a su cargo y por tanto la incapacidad para poder participar con ellos en la prevención de riesgos que presentan las nuevas redes sociales.
En el título se habla de un nuevo lenguaje de los adolescentes, pero mejor, quizás, habría que hablar de nuevos códigos de comunicación que van unidos a nuevas formas de conducta. Pues se han creado canales de comunicación que funcionan como nunca se había visto hasta ahora que van cambiando con una rapidez y una complejidad desconocidas hasta ahora. Problemas que eran de la clase o del grupo y que tenían una realidad física han adoptado una dimensión virtual y sus efectos trascienden de las paredes del aula. Surgen figuras nuevas como el “ciberacoso”, o el uso fraudulento de la red a la hora de realizar pruebas o trabajos académicos.
Las redes pueden permitir, además, el acceso a contenidos inapropiados de carácter sexual o incluso, como se muestra en la novela de Nubes de tiza, una utilización fraudulenta e, incluso, delictiva. La exposición personal o determinados tipos de información pueden ser usados de un modo irresponsable y se les puede dar una difusión que puede tener consecuencias irreparables.
En fin, en 12 Nubes creemos que los educadores, los maestros, los padres y tutores necesitamos, para hacer frente a esta nueva situación, una preparación específica para utilizar mejor los nuevos recursos y prevenir sus amenazas que se pueden plantear y, sobre todo, para que las Redes sociales sean una ayuda para comunicarnos mejor entre todos los integrantes del mundo educativo y no una fuente de problemas.
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