Reflexión del autor, Manuel Septien

El tema de la cuarta nube, “el mundo de los profesores y profesoras” raramente, por no decir nunca, se trata en las sesiones de tutoría. Es como si las personas educadoras tuviéramos un cierto pudor a hablar en nuestras clases de nosotros y nosotras mismas y de nuestros problemas, tal vez porque consideremos que hay que focalizar todos los esfuerzos en las necesidades que tiene el propio alumnado. Pensamos que no debemos emplear tiempo lectivo para hablar de nuestros asuntos con los alumnos y alumnas, y que nuestros empeños y dificultades sólo deberíamos tratarlos con los compañeros, con las compañeras o en los claustros. Pero creemos que sí que hay que hablar de las condiciones del profesorado como parte fundamental de los procesos de enseñanza aprendizaje.

En el caso de 12 nubes han sido los alumnos y alumnas que participan en el proyecto quienes han propuesto este tema con un planteamiento tan novedoso. Y la verdad es que raramente se pone el foco en el punto de vista del profesorado y en la forma en la que se desarrolla nuestra actividad educativa.

En las reuniones entre compañeros y compañeras muchos profesores y profesoras comentamos cómo cualquiera se siente facultado para opinar e incluso interferir en la forma de desarrollar nuestra labor, ignorando en muchos casos los aspectos administrativos, personales y laborales que los condicionan.

En muy pocas ocupaciones la labor de la figura profesional está tan observada como la del profesorado y al mismo tiempo tan mediatizada por la administración educativa, por una parte, o por la extracción del alumnado y el contexto en el que se desarrolla el proceso de enseñanza aprendizaje, por otra.

Como dice Fermín Alastuey, el protagonista de la novela: “La profesión de profesor es una de las ocupaciones más individualista que existe. A pesar de que en los centros se configuran equipos didácticos y se constituyen seminarios en los que se fijan los contenidos pedagógicos y su desarrollo “epistemológico”, sabes que a la hora de la verdad eres tú, solo, el que tiene que enfrentarse al grupo”

Desde luego, si en todos los sectores laborales se producen simplificaciones y se crean estereotipos, el mundo de la enseñanza no es una excepción. El alumnado se pasa de un curso a otro informaciones urgentes (y muchas veces sesgadas) sobre el talante de los profesores y profesoras con quienes van a tener que convivir (y quizás sufrir) a lo largo del curso. Muchas veces esta visión de los alumnos y alumnas suele ir unida a sobrenombres que en muchas ocasiones responden a inercias que pasan entre el alumnado de generación en generación sin ninguna razón que lo justifique.

En “Nubes de tiza” las reflexiones del director del Manuel Quintano, Fermín Alastuey, nos dan buena cuenta de sus tribulaciones con la administración educativa y con los padres. Como profesor nos muestra las dificultades que encuentra para mejorar su labor. Nos habla de los “malos” alumnos en el sentido moral del término y de los malos en el sentido académico. Y se lamenta de las dificultades que se producen en el sistema y los obstáculos que encuentra en su labor como director y como profesor. Y el desánimo se refleja en estas reflexiones cuando dice que todo cambia, pero en la escuela, dice, quizás exageradamente, todo sigue igual. Los cambios que se están produciendo en la sociedad son tan vertiginosos que apenas da tiempo a incorporarlos a la escuela. Y el sentimiento de que es una necesidad ineludible que la escuela este imbricada en su medio social aumenta esa sensación de desazón.

Es un hecho innegable que el profesorado, junto a los recursos de que están provistos sus centros, constituye la columna vertebral del sistema educativo. Todo el personal especialista establece una relación directa entre la calidad de los y las profesionales de la enseñanza y el nivel académico de su alumnado y del sistema en general.

Dicho esto, el alumnado y sus familias deben conocer las circunstancias en las que se desenvuelven sus procesos de enseñanza aprendizaje en relación a sus profesoras y maestros. Cuanto mejor conocimiento de la circunstancias de su aprendizaje tengan los miembros de la comunidad educativa tanto mejor se podrán optimizar sus resultados. Y en este conocimiento es fundamental una relación fluida con sus maestros y profesoras para lo que resulta imprescindible mejorar la comunicación, más allá de las conversaciones bienintencionadas y urgentes de pasillo.

Una fuente importante de situaciones conflictivas en los centros es la falta de información o de un conocimiento claro de los criterios por los que se rige la actividad académica por parte de todos los miembros de la comunidad.

En muchas ocasiones los conflictos permanecen latentes porque no hay canales de comunicación u oportunidades para intentar plantear su solución antes de que el problema vaya a más.

En la medida en que los centros ofrezcan canales y medios para mejorar la comunicación y la participación entre todos los integrantes de la comunidad educativa mejoraran los resultados. La labor de los equipos docentes será mucho más eficaz en la medida en que encuentre el apoyo y la participación de todos los sectores implicados.

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