(…) mis amigos son sueños imprevistos
que buscan sus piedras filosofales
andando por sórdidos arrabales
donde acuden los dioses sin ser vistos.
mis amigos son gente cumplidora
que acude cuando sabe que yo espero
si les roza la muerte disimulan
que para ellos la amistad es lo primero.
Joan Manuel Serrat
Todas las personas somos lo que somos, o lo que queremos llegar a ser, porque estamos en compañía de otras personas. Cada día, amamos, odiamos, aprendemos, enseñamos, crecemos, maduramos…. y todo esto lo hacemos siempre en compañía de otras personas, unas muy importantes para nosotr@s y otras no tan importantes.
Es importante no olvidar que somos como somos porque nos relacionamos con otr@s: nuestr@s padres y madres, herman@s, profesor@s, compañer@s, ami@s y demás conocid@s o desconocid@s. El contacto con l@s demás marca nuestra forma de ser y de actuar, por ello, elegir bien con quién nos relacionamos (o qué relación queremos tener con l@s que nos rodean) es fundamental para conseguir ser lo que queremos ser.
¿Puedes imaginarte pasar más de un día sin hablar con alguno de tus amigos? Sería algo casi insoportable ¿verdad? Día a día, l@s amig@s ocupan cada vez más tiempo. La vida con l@s amig@s es más divertida y sobre todo más fácil y segura.
En la adolescencia, la relación con nuestr@s padres y madres cambia, pasa por momentos complicados y tiende a distanciarse, y esto coincide con que la relación con compañer@s, amig@s se hace más cercana e intensa. Tus amig@s están pasando por situaciones similares a las tuyas, y su compañía (y comprensión) nos hace sentir más comod@s y más segur@s.
En la adolescencia se “estrena un cuerpo nuevo”, se adquieren nuevos compromisos y se asumen nuevas responsabilidades, tanto con adultos como con amig@s e incluso con uno mismo. Es momento de experimentar en muchas cuestiones (consumos, amistades, amor, sexo, riesgos…). Por ello, enfrentarse a todo esto en soledad sería un desafío demasiado complicado.
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El grupo de amig@s te permite divertirte, aprender, sentir pero fundamentalmente te dan la oportunidad de crecer, de madurar como persona. Los amig@s, son personas con las que compartimos cosas importantes y además, personas con las que compartir ese torbellino de experiencias propias de esta edad. Tener un grupo de amigos nos permite disponer de un lugar seguro donde ensayar las diferentes facetas que queremos ir integrando en nuestra personalidad.
Sin embargo, también hay que tener en cuenta que algunos grupos complican más que otros este crecimiento, es entonces cuando las amistades pueden convertirse en un obstáculo en la maduración y en el logro de tus objetivos personales.
Por ello, en la adolescencia más que en ningún otro momento, es importante que al elegir un@s y otr@s amig@s, elijas los que escuche tus opiniones y respeten tus propios deseos y sentimientos, para no perder nunca tu independencia y tu propia identidad.
Si piensas en alguno de los grupos con los que te relacionas (de clase, de la cuadrilla, de baile o de futbol) reconocerás a cada uno de sus miembros, por separado, tiene una característica personal que unidas ayuda a conformar y a diferenciar el grupo de otros: el/la dur@, el/la impulsiv@, el/la list@, el/la sensible, el/la alternativ@, el/la impuntual…
Muchos grupos tienen la costumbre de “re-bautizar” a sus miembros: “la flaca”, “el chino” “el flipy”, “el ruedas”, “el potas”, “la genio”, “el indio” “la rubia”… ¿Tu tienes apodo en tu grupo? Lo tengas o no, tú también ocupas un lugar dentro del grupo. Sentirse a gusto con este papel es fundamental. Este papel que desempeñas dentro del grupo, seguramente, será diferente al que tienes en casa, pero sobre todo te va a permitir construir tu identidad.
De los Beatles (un grupo que yo oía en el siglo pasado y que casi podrían ser “música clásica”), se decía que John era el rebelde e impulsivo, que Paul era el sensible y creativo, que George era el sumiso y conformista y que Ringo era el marginado. Dejando a un lado lo que pudiera tener de cierto, lo que nos queda es que cuando se combinaban estas personalidades tan dispares, el producto era “buena música”.
Formar parte de un grupo nos permite explotar una faceta propia y personal ante los demás. A veces parece que para pertenecer a un grupo debes modificar algo de ti, quitando lo que te diferencia y reforzando lo que te asemeja al grupo. Cuando en un grupo te sientes en la obligación de actuar como l@s demás esperan de ti, en lugar de como te gustaría ser, dejas de ser tu mism@. Por mucho que nos aporte el pertenecer a un grupo, nunca deberíamos dejar de ser nosotr@s mism@s.
Cada un@ de nosotr@s somos un conjunto de cualidades la mayoría positivas (y algún que otro defectillo), pero no somos algo uniforme e inalterable, somos variables, cambiamos en función de nuestro estado de ánimo (o de lo que pasa a nuestro alrededor).
Y Cada grupo tiene sus propias reglas, su rollo (su “espíritu”), lo que lo identifica como grupo y lo diferencia de los demás: por dónde nos movemos, nuestro look, nuestros gustos y el papel que tienen las personas que lo componen.
A veces, no tenemos el mismo papel cuando estamos con el grupo de clase que con la cuadrilla del barrio o con l@s amig@s del pueblo, y ya no digamos cuando creamos un perfil en diferentes redes sociales. Por ello, disfrutemos de la oportunidad que nos dan los amig@s, compañer@s, etc…, de experimentar, de forma segura, las diferentes facetas de nuestra personalidad.
Necesitar amig@s con los que compartir tu vida es muy útil (y muy sano) para construirnos como personas, pero deberíamos disfrutar de la libertad suficiente para tomar nuestras propias decisiones (responsabilizarnos de sus consecuencias) y decidir como queremos ser con l@s demás y con nosotr@s mism@s.
Anímate a ser tu mism@ y a un buscar amig@s que te ayude a sacar lo mejor de ti.
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