Reflexión del autor, J. Manuel Septien

Cuando el alumnado participante en el proyecto educativo 12nubes.kalezkalevg.org propusieron el tema de la nube 12 que titula este texto no pude menos de sorprenderme porque me parecía un problema que tenía escasa incidencia en el aula y que, en cualquier caso, debería ser enfocado como un aspecto dentro de algún otro tema. Que era un asunto más de los servicios sociales, pues en los centros escolares se nos escapaba cualquier tipo de actuación en este tipo de situaciones.

Sin embargo, una noticia aparecida en el diario El Correo (el 18/04/2015), muestra que la propuesta, no solo es adecuada, sino que se hace del todo punto necesaria. En efecto, según el titular de la noticia, “el 20 por ciento de las niñas y adolescentes sufren abusos”. La noticia ampliada cuenta que el dato, tan rigurosamente cierto como escalofriante, revela que un 20% de niñas y adolescentes españolas son víctimas de abusos sexuales por parte de personas que viven en su entorno cercano. El porcentaje de críos y adolescentes abusados resulta algo menor, pero, (siempre según la información referida), unos con otras alcanzan la nada despreciable cifra del 17%.

En la novela de Nubes de tiza, aparece un adulto que de alguna manera (pagando a los intermediarios que le proveen de pornografía adolescente), incentiva casos de abuso sexual. En otras referencias de la novela el maltrato procede de compañeros que, aprovechando las relaciones de aparente amistad, acaban también en abusos sexuales.

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Efectivamente, el abuso sexual puede producirse con distintas variantes siempre que se dan circunstancias que según los expertos pueden adoptar distintas fórmulas de asimetría (1): (a) de edad entre víctima y persona agresora, (b) de poder, cuando la persona abusadora tiene algún tipo de autoridad con respecto a la víctima, (c) de conocimientos o habilidades, cuando quien abusa utiliza su astucia y habilidades de manipulación, y (d) de gratificación, cuando se presiona al niño/a de forma sutil (regalos, viajes, etc.) para que consienta el abuso.

En cualquier caso este tema conlleva una ocultación por parte de las victimas que, bien por ser menores de edad, o bien por no ser capaces de afrontar situaciones tan intensas de agresión e indefensión, no intentan buscar soluciones puesto que temen desvelar lo que les está ocurriendo, por miedo a represalias o por temor a lo que pueda suceder en el entorno familiar. Conviene, en cualquier caso, hacer una distinción entre las y los menores de las primeras etapas educativas, incapaces de comprender el alcance de lo que les está ocurriendo, y la de alumnado de más edad, con capacidad de entender la situación, pero que no suelen revelarla sino a través de síntomas que se reflejan en conductas extrañas de hermetismo y de falta de concentración en las tareas escolares. Ni que decir tiene que su detección por parte de los equipos educativos de los centros resultan en muchos casos complejas y tal vez, si se contacta con la familia, conflictivas.

En el caso de menores la denuncia de estas situaciones las suelen hacer los pediatras que al examinarlos detectan algún tipo de síntoma que les pone sobre la pista que abusos o agresiones sexuales. Para ello, tal como se comenta en la noticia citada, se ha presentado en la capital vizcaína un protocolo para la detección y actuación frente a casos de maltrato infantil por la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas. Dicho protocolo, según el portavoz de la Sociedad, tendría la doble ventaja de que el trabajo coordinado con pautas comunes en todos los centros permitirá la detección de las agresiones, y por otra ayudará a que afloren los malos tratos (no solo los abusos sexuales) que hasta ahora pasaban desapercibidos.

Desde el punto de vista escolar y respecto al alumnado de más edad, como decimos, la situación es absolutamente diferente y no existen en los centros escolares protocolos de actuación que ayuden a confrontar estos casos tanto en su vertiente sicológica como jurídica. No se puede olvidar que las víctimas de abusos sexuales no solo padecen las consecuencias inmediatas de estos, sino que sufren consecuencias físicas y sicológicas que pueden influir negativamente en su desarrollo personal y en su calidad de vida. Por eso es importante, sin crear falsos alarmismos, pero siendo conscientes del problema, conseguir crear y difundir programas de prevención de los abusos sexuales y maltrato a menores, encaminados a que el/la menor sea capaz de distinguir las conductas apropiadas e inapropiadas de los adultos/adultas y de que sea capaz de revelar los malos secretos, buscando ayuda en la familia, o en el personal de los centros, principalmente en los orientadores/as o en los tutores/as.

(1) TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DEL ABUSO SEXUAL EN NIÑOS Y ADOLESCENTES: UN ESTUDIO META-ANALÍTICO Julio Sánchez Meca, Ana I. Rosa Alcázar y Concepción López Soler
Facultad de Psicología – Universidad de Murcia

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