Reflexión de las expertas, Servicio Social de Base El Pilar

La adolescencia es una etapa del ciclo vital que tiene su importancia en si misma y también como transición a la juventud y la vida adulta, y considerando que con frecuencia se trata de una etapa de crecimiento en la que la comunicación entre padres/madres e hijos/as se hace más difícil.
Incluso en aquellas familias en la que existía una buena comunicación en la infancia, también necesitan aprender herramientas y estrategias que superen las barreras comunicativas de las que son responsables ambos, padres/madres y adolescentes.
Es fundamental que madres y padres, sean conscientes de los obstáculos que dificultan la comunicación y que los superen, ¿por qué?, porque los diálogos frecuentes y la comunicación en positivo son elementos fundamentales de satisfacción familiar y para el bienestar del/de la adolescente.
La educación de los hijos e hijas es de las cosas que más valoramos y de las que damos más importancia porque es primordial y clave para el desarrollo positivo adolescente.
Hay maneras de educar, hay formas mejores que otras y, desde luego, no da lo mismo hacerlo de una manera que de otra. Hay quien le sale bien, y hay quien necesita aprenderlo o mejorarlo. Para eso, nada mejor que recurrir a las diferentes actividades, charlas, talleres… que nos ofrecen desde los centros escolares, desde los centros cívicos.., tanto padres y madres como para los hijos e hijas.

A veces, aunque todos y todas tratemos de hacer las cosas bien, la comunicación en casa falla y surgen los conflictos familiares. No siempre el conflicto familiar en la época de la adolescencia tiene que ver con el desarrollo del/de la adolescente o su comportamiento, a veces, los problemas familiares tienen que ver con problemas de pareja, divorcios conflictivos, problemas de salud, vivienda, económicos… que son fuertes estresores de la convivencia… En algunas ocasiones estos problemas se agravan y se dan situaciones de violencia intrafamiliar en la que los hijos e hijas son víctimas directas siempre, bien porque sufren esta violencia o bien porque están “expuestos”, son testigos de la violencia.
En todo caso, cuando se dan estas situaciones solemos identificar los “problemas” como aquellos factores de riesgo que potencian estas situaciones y una buena parte de la intervención de los/las profesionales se dirigirá hacia la modificación de estos factores de riesgo. No obstante, no debemos olvidarnos del concepto de factor protector, es decir, todas aquellas cualidades positivas que tiene la familia, sus miembros, el entorno…y que los/las profesionales tratamos de potenciarlas para empoderar a la familia en su recuperación. Y, en este sentido, el concepto de resiliencia, se correspondería con los factores de protección de carácter personal que hace que niños y niñas que han vivido o viven situaciones de desprotección puedan superarlas con el menor daño personal posible.

En cualquiera de estos casos, los conflictos familiares requieren de ayuda externa para superarlos, para evitar su agravamiento y para reparar el daño que provocan…, en definitiva para capacitar a la familia y mejorar sus relaciones.
Corresponde a los Servicios Sociales ofrecer esta labor de ayuda a las familias -a padres/madres y/o a los hijos e hijas- información, asesoramiento, apoyos educativos o terapéuticos… en coordinación, si fuera necesario, con los centros escolar, centros de salud, salud mental…

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